CHICAGO, Estados Unidos.- Mejor tolerancia al vuelco y al quebrado ante condiciones ambientales adversas; facilidades en el acceso a los lotes a lo largo de cada campaña; precisión en el uso de herramientas para la protección del cultivo, como fungicidas, y en la aplicación de nitrógeno. Estas son algunas de las características de los nuevos híbridos de maíz de baja estatura que miden alrededor de un metro menos respecto de los convencionales (entre 1,30 y 2 metros vs 2,30 a 3 metros). Desarrollados a fin de dar respuesta a distintas problemáticas, salieron este año al mercado de Estados Unidos y se estima su llegada a la Argentina para 2027.
“En el pasado caminaba por los campos de maíz y tenía que mirar hacia arriba para ver las mazorcas. Pero mazorcas a casi tres metros de altura desde el suelo, en plantaciones de 40.000 unidades en una zona ventosa, conforman una receta para el desastre”, señaló Kelly Nieuwenhuis, un productor del condado de O’Brien, en el estado estadounidense de Iowa, una región elevada y donde el viento siempre sopla: el Estado es responsable del mayor porcentaje de energía eólica generada en el país.
Ante ese escenario, en 2023, Nieuwenhuis introdujo cambios en su operación y se inclinó por el maíz de baja estatura, colocado en hileras más estrechas. “La altura de la mazorca era buena. Tuvimos vientos de hasta 60 millas por hora y las plantas permanecieron allí como árboles. Pero mi mayor preocupación era el rendimiento: eso es lo que paga mis cuentas. Me adentré al campo unos 100 metros, miré el mapa de rendimiento y dije ‘creo que esto funcionará”, afirmó en el marco del congreso Crop Science Innovation Update, realizado por Bayer en la ciudad estadounidense de Chicago.
En la otra vereda, la baja estatura fue una de las principales preocupaciones para Adam Rahe a la hora de experimentar con este producto. “Creí que la altura de las mazorcas era demasiado baja para que la cosechadora las agarrara, pero no tuvimos ningún problema. Más aún, la pérdida de rendimiento que conlleva el maíz tradicional, tanto por el viento como por la cosecha, es algo que no quiero volver a ver nunca más”, afirmó. Asimismo, el productor graficó en tono humorístico: “¿Cuál es el peor sonido del mundo? El sonido de una cosechadora clase VIII (500 CV – 600 CV) recogiendo maíz en altura. El viento derriba las plantas y no se sabe dónde están las filas. La recolección es ineficiente y el rendimiento no es suficiente”.
En este contexto, el productor Tom Feldman marcó una diferencia: “Mientras que, tradicionalmente, teníamos un promedio de entre 34.000 y 36.000 plantas, ahora alcanzamos entre 38.000 y 44.000″. Añadió otro punto: “El acceso a las plantaciones, durante la temporada, es definitivamente positivo. Es posible ingresar con maquinaria para esparcir los fungicidas, sin chocarnos contras las plantas, de modo que obtenemos una mejor penetración. El año pasado nuestro rendimiento fue revelador: si bien en nuestra zona sufrimos sequía, la plantación brillaba”.
Un desarrollo mexicano
Los híbridos de maíz de baja estatura fueron desarrollados inicialmente por la compañía en México: los primeros fueron utilizados en Sinaloa y luego, tras su aceptación, fueron adaptados y extendidos a otras regiones del país. En 2020 salieron oficialmente al mercado bajo el paraguas del sistema Vitala, compuesto también por otros dos elementos: prácticas agronómicas que permiten obtener el mayor potencial de la semilla y un mejor aprovechamiento de los recursos -por ejemplo, surcos más ajustados en el sembrado-; y herramientas digitales de alta precisión que facilitan el manejo y seguimiento del cultivo.
“A partir de la digitalización cambió nuestra visión: pasamos de ser una compañía que comercializa productos individuales, a una que provee sistemas y soluciones. Adoptamos un enfoque al que denominamos CropKey, mediante el que utilizamos información para diseñar químicos más precisos y eficaces, a la vez que mejores perfiles ambientales”, señaló Jeremy Williams, líder de The Climate Corporation y Digital Farming para la división Crop Science de Bayer, en diálogo con LA NACION y otros medios. Asimismo, añadió: “La digitalización creó mayor transparencia, y permite que las personas no solo crean en la palabra de otros, sino que puedan ver los resultados en sus propios campos y comparar resultados”.
En 2020, según fuentes de la compañía, el objetivo era impulsar la producción sostenible con vistas a suplir la demanda de alimentos de una población creciente que para 2050 la ONU estima que llegará a los 10.000 millones de personas. Más aún, en 2020 cifras oficiales exhibían que la producción de maíz en México alcanzaba un promedio anual de 23 millones de toneladas y era necesario importar alrededor de 13 millones de toneladas para cubrir el total de la demanda.
Posteriormente, la empresa llevó el desarrollo al mercado internacional bajo el nombre Preceon. En 2023 realizó pruebas con más de 365 productores de Estados Unidos en 12.140 hectáreas y este año lanzó el sistema comercialmente. Al momento, este es también utilizado en distintos lugares de Europa, mientras que su lanzamiento en la Argentina está estimado para 2027. Según la compañía, Preceon tiene el potencial de alcanzar ventas por 1500 millones de euros y llegar a más de 85 millones de hectáreas a nivel mundial.
Al momento el germoplasma de baja estatura fue obtenido mediante el mejoramiento tradicional a partir de cruzamientos. Sin embargo, otros programas utilizan también técnicas de biotecnología como transgénesis o edición génica, los cuales se estima que concluyan dentro de tres años.
La ruta de las semillas del maíz
Una de las bases para el negocio de Crop Science de la firma es la localidad de Marana, en el desierto del estado de Arizona. Allí, en 2020, la compañía montó un invernadero de 28.000 metros cuadrados para la producción de semillas de maíz en condiciones climáticas ideales con tres o cuatro ciclos de cultivo al año. Para su construcción la multinacional destinó cerca de US$120 millones.
¿Por qué en Marana? De acuerdo a lo explicado por ejecutivos de la firma durante una visita de la que LA NACION participó, hay una tríada de motivos: la simplicidad de la logística por estar ubicado en el interior del continente; el bajo consumo de energía -tanto para iluminación como para calefacción-, como consecuencia del clima caluroso y los días extensos; y la cercanía con la Universidad de Arizona, que colaboró con el proyecto.
En la primera etapa del proceso, una máquina extrae el ADN de cada semilla para identificar sus características y desarrollar el genotipo más adecuado para cada región. Así, de acuerdo con los especialistas, en 2023 se generó más información que en toda la historia. En una segunda etapa se pasa al sembrado y el equipo trabaja a fin de garantizar la trazabilidad de cada semilla implantada. Luego de siete días en un cuarto de germinación son trasplantadas a otros contenedores y llevadas al invernadero, a temperatura controlada de alrededor de 40 grados, 50% de humedad, y sistemas de iluminación y de riego que se ajustan según las condiciones del exterior.
Posteriormente se pasa a la cosecha y a la polinización, que se realiza de forma manual y controlada a efectos de conservar la identidad genética de cada planta De acuerdo con el equipo, en el invernadero, no utilizan, por ejemplo, fungicidas: se apoyan en la técnica denominada “pelado de mallorca” para prevenir la presencia de hongos y de enfermedades y en insectos que se alimentan de otros dañinos, para prevenir pestes. El ciclo completo de la semilla se extiende por alrededor de 15 semanas. Realizados ya los cruzamientos, las semillas son enviadas a diferentes sitios para su reproducción.
En la Argentina, la empresa dispone de un sitio de producción en Rojas, provincia de Buenos Aires, catalogado además como la planta de procesamiento de maíz más grande del mundo. Se trata de la planta María Eugenia, que recibe semillas para ser procesadas de 15 campos productivos y produce casi 5 millones de bolsas de 66 híbridos de maíz cada año.
Por Laura Ponasso