Campo, diplomacia y estrategia

Diego Ramiro Guelar fue el embajador de Argentina ante la República Popular China entre 2015 y 2019. Es abogado, político y diplomático. Fue diputado y embajador en los Estados Unidos en dos ocasiones, Brasil y la Unión Europea, así como presidente de la Fundación Banco Ciudad de Buenos Aires. Profesor universitario, ha publicado numerosos libros y participó como columnista de diversos medios, tanto nacionales como extranjeros.

Campolitoral dialogó con él para consultarlo sobre su mirada respecto de un país que conoce como pocos argentinos, y para tratar de responder algunas preguntas de fondo. ¿Cómo piensan los chinos?. ¿Qué rol cumple Argentina y su agroindustria en su estrategia global?. ¿Aliado vital o invasor silencioso?.

Llegado al país poco antes del inicio de la pandemia, y ya fuera de la función pública, Guelar optó por un estilo un poco más frontal. Desde entonces no se privó de expresar una mirada crítica al gobierno actual, pero tampoco con respecto a la gestión de Macri que integró.

«Llegué en la primera quincena de enero. Hubo millones de chinos portadores que salieron del país y que no entraron en ese cepo, que se cerró entre el 10 y el 15 de enero. Esto tenía que tener un impacto primario en el sudeste asiático, en Australia, en Europa y en los Estados Unidos por los flujos turísticos. Mi conclusión fue inmediata: coincidía con las vacaciones de verano en el Hemisferio Sur, concretamente en la Argentina, y el Año Nuevo Chino, que es el mayor circuito de visitas interfamiliares», manifestó a medios nacionales. Y aclaró que en Argentina tenemos una comunidad china de unos doscientos mil miembros. Eso implica que vienen a visitar a sus parientes y que, aquellos que están acá, también van a visitar a sus familiares. El resto ya es historia conocida.

El gigante asiático

En su libro «La invasión silenciosa. El desembarco chino en América del Sur», Guelar indaga en los orígenes del pensamiento chino, y brinda algunas claves para entender mejor su accionar. «La gran muralla es el símbolo más evidente de la concepción que prevaleció en la cultura china durante muchos siglos respecto de la necesidad de separarse del mundo exterior -incomprensible y amenazante- y que hacía que esa cultura se considerara a sí misma como centro del mundo (sinocentrismo) o más aún, del sistema planetario», comienza diciendo. Según analiza, en las concepciones de esta cultura, el término imperio «no estaba acotado a la idea de imperar una nación sobre otra, sino a a la reafirmación de una identidad interior, autosuficiente y autónoma. Para concretar esa idea, se desarrolló entonces un sistema defensivo frente al constante peligro de enemigos externos».

Según Guelar, ese «sinocentrismo» marcó las relaciones diplomáticas del gigante asiático, que con relación la Latinoamérica en particular distingue desde el 2005 en adelante, etapa «en la que se multiplicó en forma geométrica el volumen comercial entre las dos regiones y comenzó una selectiva y concentrada política de inversiones y fusiones empresariales que ha privilegiado las industrias extractivas y la infraestructura energética y portuaria».

Finalmente destaca que el objetivo central de la política exterior china respecto a América del Sur es «establecer lazos bilaterales o regionales (con el Mercosur entre otros), acordar la firma de tratados de libre comercio, y realizar inversiones dirigidas a garantizar las ingentes cantidades de energía, alimentos y minerales que demandará una población que hacia 2030 superará los 1.500 millones de habitantes».

Errores y aciertos

Para Guelar, la agroindustria es la llave para salir de la crisis. «La proyección de una idea lógica, en función de esta nueva etapa debería ser que el campo sea el motor, como en los 70 fue la soja. Recordemos que el complejo sojero argentino se arma por una decisión externa», afirma al momento en el que la Unión Europea le dio la espalda a los granos argentinos.

«Esas medidas negativas nos generaron el desarrollo sojero. Y el año pasado con la aprobación del protocolo porcino hay un cambio histórico. En Argentina somos importadores (sobre todo de Brasil), y actualmente contamos con un stock de 5 millones y medio de cabezas». De allí destaca la importancia de tener una complementariedad con el demandante mercado chino, que perdió el 50 % de su stock (debió ser eliminado por la fiebre porcina), lo que genera una situación coyuntural, y ambos países son conscientes que necesitan complementarse: es un gran momento para producir cerdos en Argentina».

También destaca que acá «tenemos condiciones excepcionales», en cuanto a la productividad de la especie y las condiciones del país: «una cerda da 25 a 30 lechones por año; no se necesitan tierras, son granjas de producción de carne hasta el frigorífico, no como en el caso del bovino. Y tenemos un complejo productivo muy eficiente de maíz, sorgo y harina de soja para preparar el alimento», asegura.

«Eso nos posiciona en un lugar para proyectar que de acá a 15 años deberíamos producir más cerdos que vacas. Esta es la proyección global. Es un marco estratégico. En Argentina hasta hace poco, la porcina era una producción secundaria ligada al valor del maíz. Somos históricamente un país bovino, no porcino. Por eso que esto implica un cambio cultural. Si hoy tuviéramos 50 millones de cabezas en vez de 5 las podríamos colocar, pero estamos muy por detrás», dispara.

Proyectos de inversión

Consultado sobre el ambicioso proyecto de inversión sugerido por funcionarios del gobierno, se muestra escéptico. «Ahora las noticias que hay suenan más como chivos periodísticos, hablan de cifras enormes, y creo que tiene que madurar, especialmente en una Argentina atravesada por la falta de inversión, el Covid y las crisis», medita. «Y es que si a cada inversor le van a dar 60 pesos por cada dólar, hay una pérdida cambiaria en cada inversión en la Argentina. La primera condición para fomentar la inversión es tener un solo mercado de cambios».

El FMI trazó una proyección «bastante conservadora», que habla de una caída del 10 % del PBI. «Pero sin Covid caímos 5,6 % en el peimer trimestre de 2020». Por eso proyecta que «tenemos que poner al país en condiciones de producir y exportar: somos el único país del mundo que cobra retenciones, nuestra política exportadora la pagamos con la mitad con los dólares que entren. Y sobre eso te cobran impuestos a la exportación», afirma. «Los chinos no son tontos, pueden venir a Paraguay, Uruguay o Brasil, que tienen un solo tipo de cambio y no tienen inflación»

Confusión histórica

Según el ex embajador, este tipo de anuncios grandilocuentes son recurrentes a lo largo de nuestra historia. «Desde el origen mismo de Argentina y el Río de la Plata, los españoles creyeron que había minas de plata y grandes recursos, que nunca existieron. No porque no se puedan generar, sino porque los tenemos que hacer en serio y no con mitomanía». E insiste: «el rubro porcino es uno de los más dinámicos de cara al futuro».

En este sentido, remarca el cepo estructural a la inversión. «Si Argentina no es una alternativa de inversión para los propios argentinos, tampoco lo es para los extranjeros. ¿Cuál es la política para el sector porcino?», se pregunta. Y detalla que hoy tenemos la posibilidad de exportar a China carne de todas las formas. «Hemos logrado las habilitaciones para poder venderles sin cupo carne congelada, con o sin hueso, etc. Y tenemos una gran posibilidad de expansión en términos cárnicos. Durante nuestra gestión de 8 plantas habilitadas para exportar pasamos a 95 en 4 años. El 75 % de lo que se exporta va a China, además de haber cerrado acuerdos por la miel, los arándanos, los limones y las legumbres, en las que Santa Fe tiene un potencial enorme».

Guelar va más allá de China, y explica que el área de Asia Pacífico constituye un eje central para exportar, aunque las falencias no son sólo oficiales. «Las trabas no pasan sólo por falta de certezas a nivel oficial: no hay una sola Cámara Comercial o industrial que haya hecho un estudio de mercado en China». E insiste con que si queremos tener una política exportadora debemos eliminar estos impuestos. «Créditos de fomento, no cobrar retenciones, tarifas especiales para los productos que se exportan. Hoy, un flete desde Mendoza o Salta a Buenos Aires cuesta más que el transporte de un barco de Rosario a China», grafica con impotencia. «Hoy podríamos quintuplicar la producción garantizando el destino. Pero para eso hace falta una política. No se puede viajar internamente por el Covid, tenemos fronteras internas. Un país totalmente paralizado, no sabemos hasta cuándo».

Chicago, Rosario o Beijing

Respecto de supuestas intenciones chinas de «cortarse solos» en un mercado paralelo de granos, fue contundente. «Los precios se forman en Chicago y no en la Argentina. Las grandes cerealeras abren los diarios y miran las cotizaciones a nivel global. Nosotros no somos hacedores de precios. Segundo, China no se lleva mal con el sistema de precios internacional».

El político argumenta que si tuviéramos condiciones normales, en Argentina podríamos producir de forma competitiva. «Pero para hacer todo eso tenemos que hacer atractiva la inversión. No hay inversores, ni extranjeros ni nacionales. Es un problema doméstico, no internacional. Hay una demanda enorme en Asia Pacífico, un nivel muy superior a nuestra capacidad de producción.

Tenemos que ponernos a producir, pero primero debemos generar condiciones de producción.

Los argentinos tendemos a dejarnos llevar por sueños grandilocuentes, como el cliché de la lluvia de dólares, de la que tampoco escapó el propio Macri». Y opina que una mentira clásica de la política «es fomenta las exportaciones y la preocupación por las pymes, y curiosamente es lo primero que anulan y destruyen: las Pymes y las exportaciones. Lo hicieron casi todos a lo largo de la historia».

Es ahora o nunca

Finalmente, Guelar redondea una vez más sobre la imperiosa necesidad de revertir las medidas vigentes. «Necesitamos exportar con estabilidad y con un solo mercado de cambios. Tenemos un aparato de producción agrícola extraordinario, pero la única política ha sido agregarle impuestos. El año pasado tuvimos récord de producción de granos, pese a la crisis brutal que vivimos. No soy pesimista, soy argentino. Y hoy Argentina es menos que lo que éramos en la década del 60, nos hemos ido achicando, tenemos que cambiar nuestra conducta. Todos hemo contribuido a este proceso de deterioro. Necesitamos un cambio en serio, no alcanza con lo que hay. Hay que hacer una propuesta de país viable, hoy estamos peleados con nuestros 5 vecinos, que tienen cambio único, no tienen inflación ni impuestos a la exportación. Nuestro campo es muy eficiente en lo productivo, con mucho amor a la tierra y un gran potencial, pero hay que dejarlo trabajar».


Fuente: Campo Litoral